13 abril 2017

Robotización del trabajo

Había una vez un gran terrateniente que se llamaba de apellido Burgués (vale, la parábola no es muy sutil) y que tenía una rica hacienda con campos de algodón, y un montón de esclavos que trabajaban en ella. La familia Burgués vivía en la mansión y los esclavos en chozas. Los Burgueses no trabajaban, sino que vendían el algodón que los esclavos cultivaban y recogían.

Por supuesto, no todos los esclavos eran iguales. Algunos eran nombrados capataces y a cambio de unos privilegios organizaban el trabajo de los demás, daban palizas o mataban a los que no se portaban bien... Otros trabajaban en la casa con los señores... Estos esclavos eran muy fieles a los Burgueses y más partidarios de la esclavitud que nadie, pues aunque no vivían tan bien como sus amos por lo menos no eran como los demás esclavos.

Hubo alguna revuelta. Cada vez habían más tierras, más esclavos, y los Burgueses eran más ricos, pero llegó un momento en que tuvieron que ceder en algunas cosas para evitar las revueltas. Finalmente llegó la libertad para los esclavos, pero claro... No tenían ningún medio de subsistencia, así que accedieron a trabajar para los Burgueses por un sueldo.

La cosa mejoró un poco, pero mucho menos de lo que pretendían al principio. Los esclavos (pues en realidad sólo dejaron de serlo en teoría) nunca tenían suficiente dinero como para dejar de trabajar; Esa era la condición necesaria para que la plantación siguiera funcionando. Los Burgueses empezaron a cobrarles el alquiler de las chozas, el alquiler de las herramientas, la comida, les trajeron alcohol y un casino... Y el sueldo desaparecía y ellos seguían obligados a trabajar para vivir.

Como los esclavos se creían libres ya no tenían motivos para rebelarse. Los Burgueses incluso dejaron que los esclavos de la plantación hicieran elecciones para elegir cual de los esclavos de la mansión sería su líder. Los capataces daban menos palizas, pero para tener más controlada la situación empezaron a hacer distinciones de trato entre unos esclavos y otros, según el tono de piel, según las actividades que desarrollaban, y así unos se peleaban con otros y dejaban en paz a los que mandaban.

La educación de los esclavos era escasa, tan sólo la necesaria para hacer su trabajo asignado. Los Burgueses los despreciaban por su incultura, aunque ellos mismos la habían provocado.

El señor Burgués compró algunas máquinas para recoger más algodón en menos tiempo. Enseñaron a repararlas a un esclavo de la casa, y a manejarlas a algunos esclavos de la plantación. La riqueza de los Burgueses aumentó, pero los esclavos siguieron haciendo las mismas horas y cobrando lo mismo. Algunos quedaron sin ocupación, y tuvieron que sobrevivir con lo que sobraba a sus familiares con trabajo, o pedir algunas limosnas y subsidios a los líderes electos (que seguían siendo esclavos de la casa y fieles a los Burgueses). Algunos robaban, pero como no podían entrar en la mansión robaban a otros esclavos, y cuando los capataces les daban una paliza nadie les iba a defender.

Un esclavo propuso que se repartiese el trabajo, que las máquinas podían hacer que los trabajadores tuvieran más tiempo libre, pero los capataces lo llamaron "puto loco" y casi nadie le quiso escuchar.

Ayer el señor Burgués recibió una nueva máquina, un hombre de hojalata capaz de hacer el trabajo de los esclavos pero más rápido y sin cansarse ni protestar. La familia de los Burgueses está debatiendo sobre si convendría sustituir a los esclavos por hombres de hojalata, quedarse con los de la casa que sepan repararlos, y qué hacer con los que sobran... Porque si no dan beneficios es que sobran... Si los echan de la plantación se rebelarán, eso está claro. La hija mayor propone un exterminio pero no la toman en serio... Quizás sea mejor ofrecerles un subsidio para que puedan sobrevivir pero que no les alcance para tener hijos y así poco a poco se irán extinguiendo ellos solos... El caso es que sobran esclavos. Ocupan espacio, molestan, no dan beneficios. Y algo habrá que hacer para reducir su número. No van a repartir los beneficios con ellos, aunque los hayan conseguido gracias a su esfuerzo.

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