28 mayo 2016

Illuminatus! Trilogy: Fnord!



El detective se concentró en encontrar a alguien (cualquiera) que hubiera visto realmente al viejo Marsh colocado. El testimonio finalmente llegó de la mano de un joven estudiante negro llamado Pearson, quien se estaba especializando en antropología y estudiaba música como asignatura secundaria. “¿Excitado y eufórico? Si” dijo, pensativo. “Una vez vi al viejo Joshua en ese estado. Fue en la biblioteca - donde trabaja mi chica -, el viejo saltó desde una mesa con una sonrisa de un metro de ancho, y dijo en voz alta, pero hablando para sí mismo, ya sabes: ‘¡Los he visto! ¡He visto los fnords!’. Entonces salió corriendo como Jesse Owens. Me entró curiosidad, y fui a mirar qué era lo que había estado leyendo. Era la página editorial del New York Times, que no tenía ninguna foto, así que ciertamente no creo que haya podido ver ningún fnord allí, sean lo que diablos sean ¿Usted cree que el viejo estaba colocado?”.

(...)

“¡Puedo ver los fnords!” gritó Barney Muldoon, levantando la vista del Miami Herald con una sonrisa feliz.

(...)

Entonces vi los fnords.

El artículo hablaba sobre las interminables disputas entre Rusia y los EEUU durante la asamblea general de la ONU, y luego de cada cita directa del discurso del delegado ruso, pude leer un “¡Fnord!” bastante destacado. La segunda nota era sobre el debate en el congreso para retirar las tropas de Costa Rica; cada argumento presentado por el Senador Bacon era seguido por otro “¡Fnord!”. Al pié de la página había una editorial típica del Times sobre el problema creciente de la contaminación ambiental y el incremento del uso de máscaras de gas entre los neoyorquinos; las alusiones químicas más alarmantes estaban interpoladas con un montón de “Fnords”.

De repente vi los ojos de Hagbard ardiendo y escuché su voz: “Tu corazón permanecerá en calma. Tus glándulas de adrenalina permanecerán en calma. Calma, todo en calma. No entrarás en pánico. Mirarás al fnord y lo verás. No lo evadirás ni lo borrarás de tu mente. Vas a permanecer en calma y vas a enfrentarlo”. Y más atrás, mucho antes: mi profesor de primaria escribiendo FNORD en la pizarra mientras una rueda con un dibujo en espiral giraba y giraba en su escritorio, giraba y giraba y su voz que decía monótonamente

EL FNORD NO TE COMERÁ SI NO LO VES,
NO VEAS EL FNORD, NO VEAS EL FNORD…

Volví a mirar el diario y todavía podía ver los fnords.

Todo aquello estaba un paso más allá del condicionamiento de Pavlov, pensé. El primer reflejo condicionado era experimentar una reacción de pánico (o síndrome de activación) cada vez que encontrabas la palabra “fnord”. El segundo reflejo condicionado era bloquear lo sucedido, incluso la palabra misma, seguido por un sentimiento de peligro que no podemos explicar. Y, por supuesto, el tercer paso era atribuir esa ansiedad a las noticias del diario que ya de por sí eran bastante malas.

Por supuesto, la esencia del control es el miedo. Los fnords provocaban que toda una población estuviera en un estado crónico de emergencia, atormentada por úlceras, mareos, pesadillas, taquicardia y otros síntomas del exceso de adrenalina. Toda mi arrogancia izquierdista y el desprecio por mis paisanos se derritieron, y sentí una lástima genuina. Me di cuenta de por qué los pobres bastardos creían en todo lo que se les decía, por qué aguantaban la polución y el tránsito abarrotado sin quejarse, por qué dejaban que sus hijos fueran arrastrados a las guerras, nunca protestaban ni devolvían las agresiones, por qué nunca demostraban mucha alegría, excitación, curiosidad o cualquier otra emoción humana normal, por qué vivían perpetuamente con una visión restringida, por qué pasaban por los barrios bajos sin notar la miseria ajena o el propio peligro… Entonces tuve una corazonada y busqué los avisos comerciales del diario. Fue como imaginaba: no contenían fnords. Esa era otra parte del truco: solamente a través del consumismo, un consumismo permanente, la gente podía escapar de la amenaza amorfa de los fnords invisibles.

Seguí pensando en eso camino a la oficina. Si yo le señalara un fnord a una persona que no había sido desprogramada como Hagbard hizo conmigo ¿Qué diría? Probablemente leería la palabra previa o posterior al fnord. “No, ésta palabra”, diría yo. Y aún así seguiría leyendo una palabra adyacente ¿Pero se elevaría su nivel de pánico a medida que la amenaza se acercara la mente conciente? Preferí no intentar ese experimento; podría provocarle una fuga sicótica al sujeto. Después de todo, el condicionamiento debía datar desde la escuela. No me extraña que todos odiemos tanto a nuestros profesores: tenemos una idea leve y difusa de lo que nos han hecho al convertirnos en fieles sirvientes de los Illuminati.

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