28 enero 2014

La rama dorada (10): el dios del vino

Dionisos

Tras rechazar la interpretación de que Osiris fuese una divinidad solar y reafirmarse en que era un dios de la vegetación como los descritos en el anterior centenar de páginas (o más), Frazer se centra en el culto dionisíaco.


En primer lugar nos advierte de que no tenemos por qué suponer que los griegos copiasen ideas religiosas de sus vecinos, pues ellos también estaban sujetos al cambio de las estaciones del que derivan estas ideas. Dionisos es la personificación del vino y su culto frenético, con sus bailes y música enloquecedora, parece haber tenido origen entre las tribus rudas de Tracia. Sus doctrinas místicas y ritos extravagantes semejan "extraños a la clara inteligencia y al temperamento sobrio de la raza griega". Pero se fue extendiendo, y el dios en quien apenas se fijó Homero llegó a ser el más popular.

Aunque la vid y los racimos eran el símbolo más característico de Dionisos, también fue el dios de los árboles en general. En Beocia una de sus advocaciones era "Dionisos en el árbol" y su imagen con frecuencia era un poste erguido envuelto en un manto, con una careta barbuda como cabeza y frondosas ramas. Se le hacían oraciones para que hiciera crecer los árboles y los labradores colocaban un tocón en los huertos como imagen suya. Se le atribuía haber descubierto todos los árboles frutales, en particular manzanos e higueras. El Oráculo de Delfos mandó a los corintios adorar a cierto pino lo mismo que al dios, y del pino hicieron dos imágenes de Dionisos con la cara roja y el cuerpo dorado.

Dionisos en el árbol


Al igual que otros dioses de la vegetación, se creyó que Dionisos había sido muerto violentamente y resucitado al poco tiempo.

Según el poeta Nonnus: Zeus bajo la forma de una serpiente visitó a Perséfona, que concibió a Zagreo, o sea Dionisos, un niño cornudo. Al poco de nacer, el niño se sentó en el trono de Zeus, pero los Titanes traicioneros, con las caras blanqueadas de yeso, le atacaron con sus cuchillos mientras él se miraba en un espejo. Pudo escapar del ataque tomando varias formas para despistarles, pero finalmente bajo la forma de un toro fue despedazado por los cuchillos de sus enemigos.

El mito cretense, relatado por Firmicus Maternus, es otro: Se decía que Dionisos fue el hijo bastardo de un rey cretense llamado Júpiter. Al marcharse al extranjero Júpiter cedió trono y cetro al joven Dionisos, pero sabiendo que la reina Juno le tenía ojeriza le puso unos guardianes. Juno compró a los guardas, y entreteniendo a la criatura con un sonajero y un espejo labrado, le atrajo a una emboscada donde los Titanes se abalanzaron sobre él, le descuartizaron, hirvieron su cuerpo con varias hierbas y se lo comieron. Pero su hermana Minerva guardó el corazón de Dionisos y se lo entregó a Júpiter cuando volvió. Júpiter condenó a los Titanes a morir torturados, hizo una imagen de su hijo donde enterró el corazón del niño, y después construyó un templo en su honor.

Para Frazer es notable que el niño ocupase el trono del rey. Esto señala la costumbre de investir temporalmente con la dignidad real al hijo del rey, como un preliminar para sacrificarle en lugar de su padre. Las granadas brotaron de la sangre de Dionisos, como las anémonas de la sangre de Adonis y las violetas de la de Atis.



Según algunos, Apolo enterró a Dionisos en el monte Parnaso, pero según otros estaba enterrado en Tebas. Las historias sobre la resurrección del dios asesinado son las siguientes: Según una en la que Dionisos es hijo de Zeus y Deméter, su madre reunió los pedazos del muerto y lo hizo joven de nuevo. En otras versiones poco después de su entierro se levanta de entre los muertos y asciende al cielo, o Zeus lo levanta, o Zeus se traga su corazón y lo engendra nuevamente con otra mujer, o el corazón fue pulverizado y dado en una poción para que Semele lo concibiera.

El ritual cretense se celebraba cada dos años, y sus seguidores desgarraban con los dientes un toro vivo y corrían por los bosques dando alaridos frenéticos. Los fieles creían estar devorando la carne y bebiendo la sangre de su dios. Llevaban una cajita con el sagrado corazón de Dionisos, y las flautas y platillos imitaban los sonajeros con los que el niño dios había sido atraído a su perdición. Otros ritos y misterios inculcan a los fieles la creencia en la inmortalidad del alma, a semejanza de la resurrección de Dionisos.

¿Acaso el cristianismo parodia los misterios de Dionisos?

Se creía que Dionisos se aparecía en ocasiones como un toro, o se le pintaba con cuernos. Las bacantes de Tracia llevaban cuernos para imitar a su dios. Otra forma era la de macho cabrío, en Atenas y Hermione se le veneró con el nombre de "el de la piel negra de cabrón". En algunos mitos se transforma en chivo, y en algunos ritos los fieles despedazaban un cabrón vivo y lo devoraban crudo.

Sobre los mitos acerca de matar un dios bajo forma animal, Frazer nos dice que si el animal sagrado era respetado y solo por excepción se le mataba, el mito explicará por qué era respetado o por qué era muerto. Si es lo primero, el mito relatará un servicio del animal a la deidad, y si es lo segundo el mito referirá algún daño que el animal inflingió al dios. En el caso del cabrón es el segundo, y se decía que lo mataban porque estropeaba las vides. Ahora bien, el cabrón fue una personalización del dios mismo; cuando el dios fue despojado de su carácter animal y llegó a ser antropomorfo la matanza de machos cabríos dejó de considerarse como la matanza del dios y se alegó que era un sacrificio dedicado a él. Así presenciamos el extraño espectáculo de un dios sacrificado a sí mismo, alegando ser su propio enemigo. El dios come de su propia carne. Por analogía, podemos conjeturar que siempre que un dios se representa comiendo un animal determinado, ese animal fue en origen el propio dios.

Sigue una relación de sacrificios humanos a Dionisos, pero con la reflexión de que algunos casos podrían ser que a una víctima animal se la tratase como persona.

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