12 febrero 2013

La rama dorada (7)

En la entrega anterior Frazer nos hablaba de los reyes que sacrificaban a sus hijos. Este hecho podía chocar bastante a los lectores de su época, ¿Qué manera es esa de aniquilar el linaje real?, así que se dedica a ofrecer ejemplos de tribus que practican el infanticidio y tienen otras conductas que vistas desde fuera parecen que vayan a causar la extinción de los que las practican.

Por trabajos posteriores de antropología sabemos que el control de la población, por infanticidio o tratando de disminuir el número de embarazos, es vital para la supervivencia; la especie humana es capaz de multiplicarse hasta llegar a ser un peligro para el entorno. Todas las tribus primitivas han descubierto que de aumentar mucho su número los recursos se agotarán y las guerras contra otras tribus, por las migajas de alimento que queden, serán constantes. Frazer no estaba al tanto de estos estudios, así que simplemente nos da ejemplos de actitudes que parece que conducen al suicidio de una tribu y se le antojan ilógicas, pero nos dice que no podemos juzgar la mentalidad primitiva desde nuestro punto de vista moderno.

Zanjado el tema del sacrificio de los reyes, cuya alma se transmite al sucesor, volvemos al espíritu del árbol. Ahora toca demostrar que esto se aplica también a los reyes del bosque, y para ello examinar las costumbres de los campesinos europeos.

En Baja Baviera se celebraba una mascarada por Pascua de Pentecostés, un muchacho con capirote de motivos florales era mojado por la gente del pueblo y llevado a un puente donde se simulaba cortarle la cabeza. En Sajonia y Turingia se celebraba la captura del Hombre Salvaje, que se esconde en el bosque y cuando lo llevan al pueblo le disparan con cartuchos sin bala. En varias de estas simulaciones se hace un "entierro del carnaval". Para Frazer está clara la relación.

En el siguiente capítulo se extiende con los entierros del carnaval (lo que en España se llama "entierro de la sardina"); en unas de estas ceremonias se entierra la personificación del carnaval, en otras se entierra a la misma muerte. En ocasiones se representa también la resurrección del muerto.

Continúa con una descripción de rituales de expulsión de la muerte, y de hacer llegar al verano. En ocasiones se quema una figura de la Muerte, pero sus restos son usados para dar vida a los campos. El árbol mayo mencionado en capítulos anteriores se relaciona con estos ritos. Para Frazer, los nombres de carnaval, muerte y verano son expresiones tardías del sacrificio del espíritu del árbol. En algunos lugares a la última gavilla cortada en la siega, donde se cree que se refugia el espíritu del grano, se le llama "el muerto".

También se mencionan luchas entre personificaciones del verano y el invierno, desde europeos hasta esquimales. Los ritos mágicos hacen que gane fuerza la primavera cuando está empezando a vivificar la vegetación.

Adonis

En los países que bordean el Mediterráneo Oriental se representaron los ritos más solemnes relativos a la decadencia y resurrección de la vida con el cambio de las estaciones. Bajo los nombres de Osiris, Tammuz, Adonis y Attis, los pueblos de Egipto y del Asia Menor representaron un dios que muere anualmente y vuelve a revivir. En nombre y detalles variaron los ritos de lugar en lugar, aunque substancialmente eran los mismos.

Adonis significa "señor" y el verdadero nombre de este dios era Tammuz, y era venerado en Babilonia y Siria. Los griegos convirtieron el apelativo en nombre propio y comenzaron a adorar a Adonis en el siglo VII a. de C. Tammuz era el joven esposo o amante de la diosa Istar, la Gran Madre, y todos los años moría, marchando al reino subterráneo. Su amante divina partía en su busca, y durante ese tiempo la vida decaía del mundo. El gran dios Ea enviaba un mensajero a rescatar a la diosa de los infiernos, y regresaba en la probable compañía de su amante.

En la versión griega Adonis es un apuesto mancebo amado por Afrodita. En su infancia la diosa lo oculta en cofre que entrega a Perséfone, diosa del infierno, que al abrirlo y ver la belleza del muchacho decide quedárselo. Al final interviene Zeus decretando que Adonis pase la mitad del año con cada una de ellas, hasta que es muerto por un jabalí.

Prosigue la narración del culto de Adonis en Siria, y en Chipre, donde todas las mujeres tenían que prostituirse con un extranjero en el templo de la diosa, hasta que el emperador Constantino abolió la costumbre. Frazer concluye que en toda esta zona se adoraba una Diosa Madre, personificación de todas las energías reproductivas de la naturaleza, y a ella estaban asociados una serie de amantes mortales con los que se emparejaba año tras año, mientras que la unión de la pareja divina era copiada por los humanos multiplicando el efecto, y asegurando la fertilidad de la tierra y de los animales.

También deduce más adelante que Adonis era el espíritu del grano. Su muerte no obedece a causas naturales sino a la siega. Hay razones para pensar que en tiempos primitivos Adonis fue encarnado por un hombre vivo al que mataban en representación del dios. Sigue una descripción de los "jardines de Adonis" para terminar de demostrar su teoría.

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